Traducción del mensaje anualmente publicado desde q949
IN HOC ANNO DOMINI
En este año del Señor
Cuando Saulo de Tarso comenzó su jornada a Damasco, todo el mundo conocido yacía oprimido. Había un estado, y era Roma. Había un dueño de todo, y era Tiberio César.
En todos lados había orden civil, ya que el brazo Romano era largo. En todos lados había estabilidad, en el gobierno y en la sociedad, porque los centuriones aseguraban que fuera así.
Pero en todos lados había también algo más. Había opresión –para aquellos que no eran los amigos de Tiberio César. Estaba el cobrador de impuestos para llevarse los granos del campo y el lino de la rueca, para alimentar a las legiones o para llenar la hambrienta tesorería de la cual el divino César generosamente proveía al pueblo. Estaba el impressor para encontrar reclutas para los circos, y estaban los verdugos para silenciar a aquellos que el Emperador proscribía. Porque, para que servía un hombre sino para servir a César?
Había persecución para quienes se atrevían a pensar en forma diferente, aquellos que oían voces extrañas o que leían raros manuscritos. Había esclavitud para aquellos cuyas tribus no venían de Roma, y desdén para aquellos con facciones diferentes. Pero, más que todo, había un desprecio por la vida humana. Después de todo, qué importancia tenía para un poderoso, una vida más o menos, en un mundo superpoblado?
De pronto, hubo una luz en el mundo, y un hombre desde Galilea dijo, Dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios.
Y la voz desde Galilea, que iría a desafiar a César, ofreció un nuevo Reino en el que cada hombre podría caminar erguido, sin arrodillarse ante nadie, sino ante su Dios. Si lo hacen al menor de mis hermanos, me lo habrán hecho a mí. Y así envió su evangelio del Reino del Hombre a los más remotos rincones de la tierra.
Y así, la luz vino al mundo y aquellos que vivían en la oscuridad estaban atemorizados, y trataron de bajar una cortina de manera que los hombres creyeran que la salvación estaba en manos de los líderes.
Y aconteció por algún tiempo, en diversos lugares que la verdad liberó al hombre, aunque los hombres de la oscuridad se ofendieron y trataron de apagar la luz. Y la voz dijo; Apúrense. Caminen mientras tengan luz, no sea que la oscuridad descienda sobre ustedes, y no sepan donde están yendo..
En el camino a Damasco, la luz alumbró brillantemente. Pero luego Pablo de Tarso se atemorizó. Temiendo que otros Cesares, otros profetas pudieran un día persuadir a los hombres de que no eran nada más que sus sirvientes, que podía ceder los derechos de nacimiento, dados por Dios , y su libertad a cambio por un plato de comida. Y entonces pasaría que la oscuridad volvería a descender sobre la tierra, y que habría quemas de libros y los hombres volverían a pensar solamente en lo que comerían y usarían como vestimenta. Y solo obedecerían a nuevos Césares y a falsos profetas. Y que los hombres no volverían a mirar hacia arriba para ver una estrella en el Este, y una vez más, no habría ninguna luz en las tinieblas..
Y así Pablo, el apóstol del Hijo del Hombre les habló a sus hermanos, los Gálatas, y les dijo las palabras que le hubiera gustado que nosotros recordáramos más tarde en cada uno de los años de su Señor:
“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de la esclavitud.”
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